1 – Antes de pintar, Siempre, Siempre, Siempre hay que preparar la habitación que vayamos a decorar. Es la mejor manera de evitar daños, algunas veces irreparables, a los muebles y otros enseres que no se puedan mover, y por supuesto al suelo.
Aunque nos dé pereza, aunque pensemos que somos unos manitas que ni derramaremos una sola gota de pintura ni pisaremos el suelo con los zapatos manchados, realicemos ese trabajo previo. Es verdad que algunas manchas se quitan sin esfuerzo, pero otras no; por eso es tan importante protegerlo todo.
Aunque esta recomendación es apropiada para cualquier espacio, un hogar es más delicado y habrá que tener más cuidado. Los pintores profesionales van preparados con materiales específicos para cubrir todo tipo de suelos y enseres. Si lo hacemos nosotros mismos, unas telas viejas bastarán.
2 – Después de la protección viene la preparación propiamente dicha. Primero hay que retirar el polvo y limpiar bien. En general un poco de agua y jabón bastarán pero si hay restos de grasa necesitaremos un desengrasante y si hay hongos un poco de lejía diluida en agua o incluso limón. Después taparemos pequeñas fisuras o agujeros con masilla y una vez seca, lijaremos la superficie para que quede completamente lisa.
Antes del pintado puede ser conveniente dar algún tipo de imprimación, bien para conseguir una mayor adherencia de la pintura, bien para obtener un mejor rendimiento del material. Una buena preparación nos permitirá un pintado más fácil y con el tiempo un repintado será suficiente para mantener las paredes como nuevas.