La semana pasada hubo un atasco monumental en Barcelona y alrededores. Todo colapsado, para entrar, para salir y para circular por la ciudad y por la primera y la segunda corona. Fue un caos y lo peor es que todos lo aceptamos resignados, puesto que estamos convencidos de que no hay una solución única, a excepción de madrugar más y viajar a contracorriente. Pero eso no siempre es posible.
Si estudiáramos las horas que se pierden dentro de un coche, seguro que la productividad bajaría muchos enteros.
En una época expansiva y de crecimiento como la que estamos viviendo, este problema se está convirtiendo en habitual, y los conductores nos resignamos a todas las medidas disuasorias que nos van imponiendo, pero sin una contrapartida válida que nos anime a dejar el vehículo privado. A la mayoría de polígonos industriales no se puede acceder con transporte público.
En una sociedad tan dinámica empresarialmente, el aumento del tráfico es un síntoma inequívoco de recuperación pero últimamente este indicativo se está convirtiendo en una pesadilla. ¿A nadie se le ha ocurrido todavía un reality show protagonizado por conductores atrapados en un atasco?.
Entiendo que es complicado pero no lo hagan aún más difícil paralizando obras como las de las Glorias. Es posible que los gobernantes actuales tengan razón pero si no continúan las obras, lo único que conseguirán es castigar a la ciudadanía, que sufre día si y día también el colapso circulatorio de una ciudad supuestamente de éxito.
Regulen a conciencia, pero con alternativas prácticas, para ayudar de verdad a los sufridos conductores que nos esforzamos con cumplir con nuestro trabajo a tiempo, de una manera digna y eficiente. La economía del país lo agradecerá.