Sí, esa es la nueva palabra. Da un poco de miedo y pensándolo bien, no hay que reconstruir ninguna estructura, todo está intacto, no como después de un desastre natural o una guerra convencional. Y digo convencional porque el lenguaje que se está utilizando es muy bélico, que si un enemigo común, que si la lucha de todos unidos, que si ganaremos esta batalla, pero por otro lado sí que encierra un punto de verdad porque habrá una reconstrucción de empleo, de sanidad, de educación, de muchas cosas.
Algunos países han empezado el desconfinamiento, otros van planificando en función de cómo avanza la pandemia pero la situación mejora y poco a poco todos nos incorporaremos a nuestra vida normal.
Me entristece oír que sectores como la cultura, el ocio y el turismo no se normalizarán hasta finales de año, pero necesito creer que se refieren al 100 % de las actividades y que antes habrá aperturas parciales. Si no nos dejan ir a la playa y no hay nada, pero nada de turismo, ni ocio, este país no sobrevivirá. No quiero creerlo, no.
En Pivema trabajamos desde el martes pasado, en jornada intensiva mientras dure el estado de alarma, a un ritmo satisfactorio dadas las circunstancias, pero me temo, que, si el verano desaparece, el impacto negativo nos afectará a todos.
Por eso sigo con tanto interés los avances en medicamentos para curar el coronavirus, ya que la vacuna tardará. Hay varios ensayos en marcha y alguno muy avanzado. A eso me aferro para volver cuanto antes a la ansiada normalidad y minimizar el impacto de este virus de origen sospechoso, no en vano políticos serios como Macron ya están pidiendo una investigación.